Nos levantamos a las 6 de la mañana. Esa hora se convertiría en una norma
para aprovechar al máximo la claridad del día. A las 7 menos cuarto, tras asearnos y
desayunar, comenzamos a caminar por la ciudad. Todo se veía distinto. Era domingo y
la ciudad estaba muy tranquila por la mañana. Los "homless" casi habían desaparecido
y una variada gama de gente se iba poco a poco incorporando al tranquilo
ritmo de la ciudad. Nosotros fuimos recorriendo todo lo que teníamos previsto visitar
ese día: calles, parques, edificios... Entramos en un restaurante mejicano. A través
de sus cristales, mientras comíamos unos "burritos", podíamos contemplar la infinidad
de tipos que desfilaban por la calle. No había dos personas iguales y, aparentemente,
todos convivían en armonía. Parecía una ciudad muy tolerante.
En nuestro recorrido hacia la Misión, nos encontramos con la calle Castro llena de
banderas gays. San Francisco es, probablemente, la ciudad del mundo en la que la
comunidad gay tiene una mayor presencia. En la Misión Dolores hay que ver el origen de
la ciudad. Junto a la primitiva misión se ha construido una bonita basílica, pero el
encanto de la misión es muy superior.
Particularmente el viejo cementerio adosado a la misión es sobrecogedor.
Recorrimos varios parques: Twin Peaks, Buena Vista, Golden Gate Park, donde visitamos un
curioso y bonito "Jardín de Té Japones". Después nos acercamos al parque de Presidio. Por fin,
después de muchas horas caminando, aparece ante nuestros ojos, al fondo de la ensenada, el
puente más emblemático de San Francisco y uno de los más conocidos del mundo, el Golden Gate.
Nos dirigimos, lentamente hacia él, disfrutando de su visión.
Bajo sus hierros, donde el Pacífico se convierte en bahía, los surfistas practican su
deporte y los pocos turistas que a este punto del puente llegamos, admiramos la
construcción y sacamos fotos. Algunas focas descansan, otras emiten gruñidos entre
las piedras, en los márgenes del océano. Decidimos regresar. Muchos kilómetros
nos separan y en el retorno seguimos disfrutando del trayecto de vuelta mientras vamos
recorriendo otros barrios. La ciudad se ha vestido de fiesta y pasamos por zonas con
un gran ambiente. Va cayendo la noche y poco a poco nos acercamos al hotel. Tras una
ligera cena, tomamos una copa y nos vamos a descansar. Al día siguiente nos espera un
día muy intenso.