El viento hacía ondear la enorme bandera y hacía que la cuerda golpease
contra el mástil. Nos despertó ese ruido, y el frío impidió que volviésemos a dormirnos.
Estábamos en Jacob Lake, muy cerca de la entrada al parque nacional del Gran Cañon por
el norte, muy cerca de North Rim. Salimos hacia allí. A medio camino, en una pradera,
había un grupo de ciervos. Paramos el coche para verlos. Detrás de ellos, al lado de una
zona boscosa, había un camino que llevaba a unas cabañas de madera. Nos dirigimos a éllas
y tuvimos la suerte de encontrar un sitio donde tomar algo y entrar en calor.
Seguimos hasta North Rim. North Rim es un poblado de cabañas hechas con troncos de
madera que se alquilan por temporada y que están situadas en un lugar estratégico del
parque nacional. Las vistas panorámicas sobre el Gran Cañon desde la zona son maravillosas.
A diferencia de los demás parques por los que habíamos estado, en los que existían
grandes trayectos para hacer en vehículo y que te llevaban hasta puntos interesantes
para recorrer andando, en North Rim no se podía avanzar en coche. Decidimos hacer una
gran ruta caminando. Escogimos una que, buscaba el río Colorado a través de una senda
estrecha, pasaba por tuneles, puentes, escarbada en las paredes verticales a media altura
y, en su trayecto final, por la cresta de las montañas, hasta encontrarse con el río Colorado.
Eran más de 60 km de senda, pero nosotros hicimos los 15 km primeros, hasta que llegamos
a unos bonitos saltos de agua.
Apenas habíamos dormido y el esfuerzo fue excesivo. Ese día, volvíamos agotados; pero,
ya con el coche, todavía nos acercamos a un último mirador, y las vistas panorámicas de
este último punto en que paramos, compensó el sacrificio. Allí vimos anochecer.
Nos alejamos, definitivamente, del Gran Cañon. Atrás quedaba Arizona. Nuestro siguiente
destino estaba, de nuevo, en Utah por lo que nos fuimos acercando. Paramos en el hotel de un
pequeño pueblo, Fredonia, y, sin cenar, nos fuimos a descansar plácidamente.