A primera hora, tras salir del hotel, llenamos el depósito y nos dirigimos hacia Yosemite.
Sabíamos que nos esperaba uno de los platos fuertes del viaje y, los kilómetros virados de la
carretera y, la impaciencia por llegar, hacían que el trayecto, aunque muy bonito, se nos
hiciese interminable. Muy cerca de la entrada del parque nos encontramos el bosque Mariposa,
un bosque de secuoyas gigantes dentro de Yosemite. Por muchas que se vean, no deja de
sorprender su colosal tamaño, pero no quisimos entretenernos mucho en este bosque, pues el día
anterior ya habíamos visto bastantes y nos quedaba mucho por recorrer. Sólo decir que dimos
una pequeña vuelta por los alrededores. Existe un recorrido en autobús descubierto por una
senda turística, pero preferimos ir por nuestra cuenta. Tuvimos la oportunidad de recoger
piñas enormes, de 25 cm de diámetro por 60 cm de altura, pero siempre hay cerca algún cartel
que te recuerda que no puedes llevártelas.
Tras el bosque Mariposa, la siguiente parada fue, propiamente en el valle de Yosemite. A
nuestra llegada nos sorprendió la presencia de bastantes coches de policía. Según nos
enteramos, ya en España, una mujer había muerto al lanzarse en parapente desde lo alto de
El Capitán. Las imágenes de la caída, filmadas, circunstancialmente, por las cámaras de
televisión, dieron la vuelta al mundo. Pero nosotros allí no nos enteramos. El accidente ya
había ocurrido cuando llegamos y nosotros estábamos extasiados ante las inmensas moles
graníticas que son El Capitán y Half Dome. Entre ambos, el ancho valle.
Desde la explanada que hay en el valle resulta asombrosa la observación de ambas moles,
particularmente El Capitán, pared vertical de más de un kilómetro, que supone el gran reto
para todos los amantes de la escalada. En sus paredes, invisibles a la vista humana, varias
cordadas de escaladores, ascienden lentamente, buscando la realización de su sueño.
Familiares, amigos y curiosos les observan desde abajo, haciendo seguimiento de sus
movimientos con prismáticos.
Continuamos por la carretera recorriendo las diferentes zonas del valle, pasamos por
praderas, por lagos, zonas rocosas de granito... Hicimos varias sendas, una de ellas hacia
un precioso lago cristalino, en cuyos márgenes multitud de ardillas corrían y jugueteaban.
Siempre los omnipresentes carteles indicadores de "peligro, hábitat de osos".
Al final, salimos de lo que se considera la zona del valle de Yosemite, zona amplísima,
para dirigirnos al pequeño valle cercano de Hetch Hechy. Tras recorrer bastantes kilómetros,
nos encontramos con la desagradable sorpresa de que ya estaba cerrado por temporada. No
obstante, pudimos caminar por el bonito y solitario campamento que hay junto a un pequeño
lago justo a la entrada del valle. La presencia de varios buzones en los diferentes cruces
de camino, nos indicaba la existencia de algunas granjas por la zona, pero lo cierto es que,
en los más de 100 kilómetros que hicimos entre valles, no nos encontramos con ningún coche.
Tan sólo algunas cabañas de madera con tenues luces y los buzones evidenciaban que debía haber
personas por los alrededores.
Sobre nuestros pasos, volvíamos al valle de Yosemite, mucho más transitado. Según
bajábamos, paramos en un mirador, con privilegiadas vistas sobre el valle y, allí, junto a
algunas personas más que habían pensado lo mismo, contemplamos una maravillosa puesta de
sol entre las montañas del horizonte. Poco después anochecía y nosotros recorríamos la
distancia que nos separaba de la salida del parque, tras haber parado previamente frente a
El Capitán y contemplar la imagen nocturna que presentaba la enorme roca, con minúsculas
luces repartidas por su pared, que nos indicaban, claramente, dónde habían establecido sus
campamentos, suspendidos en el vacío, los escaladores que en ese momento estaban allí.
Después salíamos del parque y nos dirigíamos hacia nuestro alojamiento, no sin antes hacer
una parada en un steak-house-bar para cenar un buenísimo chuletón estilo New York.
Tras la opípara cena, nos dirigimos hasta nuestro hotel, en Oakhurst, donde, después de ver
un poco de televisión, nos fuimos a descansar.