DÍA 19º


Nos despertaron los ruidos en el tejado. Parecía que se nos viniese el techo encima. Estaban aprovechando que ya había pasado la temporada veraniega, para hacer unas reparaciones en las cubiertas de los bungalows y, precisamente, en ese momento le tocaba el turno al nuestro. Tras mostrar nuestra disconformidad dejando nuestra protesta en la recepción del motel, nos dispusimos a recorrer Santa Bárbara.
Santa Bárbara es una pequeña ciudad costera, con una preciosa infraestructura turística, muy cuidada y muy limpia.
En nuestra intención estaba que estos últimos días del viaje, tras lo apretado de la ruta realizada, sirviesen para relajarnos y disfrutar del mar y de las buenas temperaturas de esta zona playera, dándonos, incluso, algún baño, pero el tiempo no acompañó y todo el recorrido que hicimos por la costa fue acompañado de nieblas y un tiempo no muy agradable.
Recorrimos la calle State, donde teníamos el motel, hacia abajo, hasta desembocar en el océano. La calle State es la calle principal de Santa Bárbara. Por la zona más alejada del Pacífico, es una bonita zona residencial y por la zona más próxima es una calle turística, de preferencia peatonal, llena de restaurantes, tiendas, bares y galerías comerciales en general. Toda esta zona cercana a la playa es muy bonita, con grandes aceras rojas, mucha vegetación y espacios únicamente peatonales.
Atrás dejamos Santa Bárbara, para dirigirnos a un pueblo que no teníamos incluido en nuestra ruta, Solvang. Un maravilloso y muy tranquilo pueblo, recreación de un pueblo típico danés. Está molino_solvang en el interior, pero al no acompañar el tiempo para permanecer al lado del océano, no nos importó desviarnos. Mereció la pena. Solvang te transporta de continente, tan sólo las banderas norteamericanas y el idioma te recuerda que estás en Estados Unidos.
En Solvang alquilamos un cuatriciclo techado, un tranquilo medio de transporte con el que recorrimos las preciosas calles de Solvang, plagadas de casas típicas danesas. La cercanía de Halloween, llenó las puertas de las tiendas y de la mayoría de las casas de enormes calabazas, casa_típica_solvang lo que daba un aspecto, aún, más encantador al lugar. Una estatua, regalo de Copenhague, de Hans Christian Andersen, era el complemento que no podía faltar en un pueblo en el que están cuidados absolutamente todos los detalles.
Del maravilloso Solvang nos marchamos hacia Pismo Beach, otra vez al lado del Pacífico. Como su nombre indica, es un pueblo playero, surgido, como tantos otros pueblos, en torno a una agradable playa que, poco a poco, se va poblando, creando al final una pequeña comunidad. Poco que decir de Pismo Beach. Quizá en temporada veraniega la impresión que dé no tenga nada que ver con la que nosotros percibimos. Un pueblo que poco tiene que ofrecer, fuera de temporada, salvo alguna bonita mansión por la zona alta, desde donde se disfruta de unas bellas vistas. Pero la enorme playa que tiene hace suponer un verano muy diferente, lleno de bañistas y practicantes de todo tipo de deportes acuáticos.
Buscando un lugar dónde cenar, recorrimos varios pueblos de los alrededores y llegamos, finalmente, a San Luis Obispo donde cenamos en un restaurante italiano, compartiendo conversación con su cocinero, curiosamente, mejicano.
Al final, terminamos en Atascadero, donde estuvimos descansando estupendamente en un Super 8 Motel.