Yellowstone constituye un extraordinario fenómeno de la naturaleza.
En 8.992 km cuadrados concentra más de la mitad de los géiseres
del mundo, veintisiete bosques fósiles, miles de manantiales termales, un salto de agua dos veces
más alto que el del Niágara, un impresionante cañón fluvial y el mayor lago alpino del continente
americano. Es "el parque nacional" por antonomasia. Fundado en el año 1872, fue el primero
del mundo en su clase, y no sólo ha marcado los estándares mundiales para estas entidades,
sino también una nueva etapa en la relación del hombre con la naturaleza. Fuente inagotable
de conflictos entre el turismo y el ecosistema, Yellowstone ha proporcionado a los expertos
en medio ambiente mil casos específicos de estudio acerca de la eterna cuestión: cómo
combinar el esparcimiento de los visitantes con la preservación de un área natural única
en el planeta.
Yellowstone está situado en el submacizo norte de las Montañas Rocosas e incluido en
casi toda su extensión en el estado de Wyoming, aunque invade los de Montana e Idaho. En
realidad, es una inmensa caldera volcánica limitada al este y al noroeste por las
cordilleras Gallatin y Absarokas, respectivamente, y rodeada por amplias y desgastadas
mesetas. Dicha caldera es producto de una erupción que tuvo lugar hace unos 600.000 años
y que formó un cráter de 1,6 km de profundidad y 3.110 km cuadrados de superficie. A
través de la lava porosa de la caldera se filtran las aguas de la lluvia y de la nieve,
que, al igual que las subterráneas, se calientan en contacto con el magma hasta alcanzar
altísimas temperaturas. El vapor se escapa por grietas y respiraderos formando fumarolas,
manantiales termales y, sobre todo, géiseres, de los que hay 300 en activo, en su mayor
parte concentrados en Upper Geyser Bassin.
El río Yellowstone penetra en el parque por el sudeste y, tras formar el lago del
mismo nombre, se dirige al noroeste, excavando en las capas de lava de riolita un
extraordinario cañón de 32 km de largo, 1200 m de ancho y 460 de profundidad.
El clima es continental frío, con temperaturas de -8º C en enero y 17º C en julio y
635 mm de lluvias anuales que caen sobre todo en forma de nieve, por lo que las cimas
de las montañas mantienen todo el año condiciones climáticas extremas. Las tres cuartas
partes de Yellowstone están cubiertas de bosques boreales de coníferas, aunque abundan
los árboles caducifolios y marginalmente, en las cotas más bajas, aparecen los primeros
sectores pertenecientes al bioma de las grandes praderas templadas norteamericanas.
Yellowstone ha sido escenario de diversos estudios científicos sobre la resistencia
de la vida a las altas temperaturas. Los organismos mejor dotados son bacterias y algas,
sobre todo cianofíceas (algas azules), que se han hallado vivas en aguas a 90-91º C.
Aquí crecen asociadas formando estromatolitos (alfombras arrugadas). Ni animales ni
plantas alcanzan tales niveles de resistencia, y sólo llegan a los 50-55º C algunos
crustáceos, musgos e insectos.
En Yellowstone, como en todos los ecosistemas de montaña, la vegetación se
distribuye por pisos altitudinales. Los niveles más bajos son dominio de la pradera,
en la que predominan las gramíneas, que están dotadas de hojas largas, estrechas y
orientadas para aprovechar al máximo la luz. La más común aquí es la grama, típica
de las zonas húmedas del noroeste de Estados Unidos, cuya forma recuerda la del trigo.
En primavera, el verde tapiz vegetal aparece coloreado por abundantísimas flores
silvestres, como margaritas, milenramas y castillejas. En ciertas zonas, salpican la
pradera arbustos y algunos árboles, como el enebro de las Rocosas y el pino flexible.
El nivel superior está ocupado por abetos de Douglas y álamos, que a mayor altura se
sustituyen por bosques de pino costero de Murray, especie de gran tolerancia ecológica
capaz de colonizar diversos ambientes; puesto que necesita mucha luz, es la especie
que se difunde con mayor rapidez en las áreas quemadas. Cerca de las cimas, crecen el
abeto subalpino, la pícea de Engelman y, ocasionalmente, el pino de corteza blanca.
En los lagos y ríos predominan las plantas dependientes de agua, como las saxífragas,
las artemisas y los alisos. Aunque estas comunidades ocupan menos del 1% de la
superficie total del parque, son importantes para la subsistencia de gran número de
animales.
Los osos, de los que conviven aquí dos especies, son los animales más representativos
de Yellowstone. El oso negro y el oso pardo o grizzly habitan el macizo septentrional de
las Rocosas, que comparten con otros depredadores, como el puma, el lince y el coyote.
Abundan los grandes herbívoros, entre los cuales el mayor es el alce; los ciervos emigran
en grandes manadas acompañando al bisonte y al berrendo americano.
Las cabras blancas y los muflones de las Rocosas ocupan, perfectamente adaptados al roquedal,
las zonas más abruptas. En verano aparecen pequeños mamíferos, como la marmota, que se recupera
del letargo invernal, el pika y el perrillo de las praderas. Las Rocosas, situadas entre
los de las principales rutas migratorias de Norteamérica, son un punto privilegiado para
la observación ornitológica. Entre las más de 200 especies de aves catalogadas destaca
el cisne trompetero, el más grande de América, cuyo nombre procede de su profunda y
sonoro voz, así como el águila perscadora y el pigardo cabeciblanco, que se ciernen
sobre el agua para capturar sus presas. La abundancia de coníferas propicia la diversidad
de especies forestales, como el arrendajo azul o el cascanueces de Clark y, en los
sectores abiertos, gallináceas, como el gallo de las Rocosas. Cada año, en los ríos hacen
acto de presencia los salmones, que remontan las corrientes para realizar el desove.
Muchos perecerán a manos de los osos, muy aficionados a este manjar.
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A mediados del siglo XIX, Estados Unidos había conseguido extender su
territorio hasta su dimensión actual. Unas veces empleó medios pacíficos, como la compra de
Florida a la Corona española en 1819; otras, bélicos, como la guerra que expulsó a México del
sudoeste en 1948. Los jesuitas, y sobre todo los franciscanos, fundaron misiones e
impulsaron la colonización de California entre 1769 y 1823; por su parte, los mormones
habían fundado Salt Lake City en 1847. Pero las praderas y llanuras al oeste del
Mississippi eran todavía dominio de los indios. El aflujo de colonos a las nuevas tierras
y el descubrimiento del yacimiento aurífero de Fort Sutter, en California, en 1848,
disparó la "fiebre del oro". El oeste pasó de 200.000 habitantes en 1790 a 10 millones
en 1850. El avance de la mítica "frontera", símbolo del triunfo individual y de la nueva
democracia agraria, se efectuó a costa del expolio progresivo de las tierras indias, a
la vez que los constructores de ferrocarriles y los comerciantes de pieles destruían en
las Grandes Llanuras 15 millones de bisontes durante la segunda mitad del siglo. En 1890,
la derrota de los sioux en Wounded Knee dejaba el oeste en poder del nuevo estado conquistador.
Los sioux llamaban al río Yellowstone "Mi tse-a-da-zi", es decir, piedra
amarilla, aludiendo al color de las paredes del cañón, y procuraban no frecuentarlo, hasta tal
punto les aterraban sus misteriosas características. A principios del siglo XIX, tramperos y
cazadores comenzaron a contar mil historias acerca de aquella insólita región, por lo que
Lewis y Clark se desviaron de su ruta para efectuar un reconocimiento en 1804. Sin embargo,
la primera expedición oficial no se produjo hasta 1869, cuando David E. Folsom, Charles W.
Cook y William Peterson penetraron en Yellowstone y descubrieron y dieron nombre a lagos,
géiseres y fuentes. A su regreso, los editores del prestigioso New York Tribune se negaron
a publicar sus relatos, afirmando que no podían arriesgar su reputación con un material
periodístico tan poco creíble. Hubo que esperar a las expediciones de Washburn (1870) y de
Hayden (1871), director del US Geological Survey, para crear el estado de opinión necesario
para el establecimiento, al año siguiente, del primer parque nacional del país y del mundo.
Sin embargo, el gran ecosistema de Yellowstone fue descubierto antes por los osos que
por los hombres. En efecto, el parque no es una isla; desde el punto de vista biológico y
ecológico enlaza con otros parques, como el Grand Teton, así como con bosques nacionales,
áreas naturales y refugios de la vida salvaje. El estudio de los osos grizzly de Yellowstone,
para el cual se dotó a dichos animales de collares de localización, demostró que deambulaban
más allá de sus límites, siguiendo los llamados "corredores de la fauna" por toda la región
septentrional de las Montañas Rocosas.
Durante el verano de 1988, el parque más emblemático de Estados Unidos fue asolado por un gran incendio que destruyó bosques centenarios, modificando dramáticamente el paisaje. No carecía de precedentes. Desde su creación, el parque había soportado más de 300 incendios espontáneos controlados por las autoridades del parque; pero en 1988 las condiciones meteorológicas, sobre todo la gran sequedad reinante, favorecieron la incontrolada extensión del fuego. Éste se inició en 25 focos simultáneos, el mayor de los cuales, junto al lago North, se debió a causas humanas. Los vientos, que soplaban entre 35 y 50 Km/h, inutilizaron las labores de extinción, que ocuparon a 25.000 personas. Sólo la caída de las primeras nieves, el 11 de septiembre, devolvió el parque a la normalidad. El incendio destruyó el 36% de la superficie del parque y otras 700.000 de tierras adyacentes, y afectó al 41% de los bosques de coníferas y al 35% de bosque mixto y matorral. Los animales, perecieron por centenares, en especial el 10% de la población total de alces. El coste de la extinción del fuego superó los 120 millones de dólares.
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